Nadie medirá esta fiebre.
Adiestrado, ofrezco el pecho
como jenízaro leal.
En él se posa,
                           batir de alas lentas,
una huella de vuelo.
Evoque ya mi pupila,
                                           sin cautela,
la limpia silueta.
Con precisa grafía anticipo mi nombre.
Francisco R. Hernández, de La sed y el incendio
sábado, 15 de marzo de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario