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Vi al corzo boca abajo,
mas no su sangre.
Augurio o remanso,
desde ese día
los caballos no reconocieron su sombra,
nevó en la boca de un dios,
dibujé letras en estaño
y en el centro de negra estrella
midieron los días su exacto soplo.Francisco R. Hernández, de La sed y el incendio
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