sábado, 22 de diciembre de 2007









Lanzo runas
que resuelven el humor de mis ojos
o guían la deriva en la sangre.

Todo antes que someterme
al ídolo implacable
que mora el azogue,
cántico memorizado
                             en el perfil.

Hasta aquí llega su reino.






Francisco R. Hernández, de La sed y el incendio

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