El batir de alas
fue siempre un estallido,
con cada mitad trazada
en una labor invisible.
Toco el gajo,
tacto de futura incandescencia,
quemazón y paladar de esta parte.
Por otra mitad que flota
como jácena sin cobijo.
De la misma combustión,
uva y sombra perduran
sin noticias del soplo
que aquieta y restablece.
Francisco R. Hernández, de La sed y el incendio
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