miércoles, 16 de julio de 2008









Esta alborada contempla
las caricias de Acteón.

Azuzo jaurías
que regresarán agotadas,
y como cada tarde
sólo la luz vulnerará límites.

Aguardo el día
y su hora cárdena.

En el bosque cada dentellada
leerá al fin mi carne.








Francisco R. Hernández, de La sed y el incendio

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