domingo, 27 de enero de 2008









Certeza de luz que nadaba
bajo el almendro.

La senda labró
un tenaz músculo de costumbre,
huella del dístico
que sometía en su espacio
la avidez de la hora.

Conjuro contra las sombras.

El resto fue derrota,
divisa abrasada.

Ahora,
desde el agua de nadie,
ruega por mí.








Francisco R. Hernández, de La sed y el incendio

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