sábado, 29 de diciembre de 2007
El súbito malestar
del viejo ahogado que emerge.
El mar estaba en la luz
y no en la morada,
benéfica tiniebla, abismo que acaricia.
Pensó que era mejor estar muerto,
evitar el ascenso, la comunión lacerante
con el día que ya gobierna.
Un peldaño y otro;
subida de frío tacto
hasta el fondo del ojo
que ya vuelve a respirar,
con pausa.
Mañana en todas las afueras,
donde el eco de brasas
trae una noticia.
Francisco R. Hernández, de De una región, clamor
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